viernes, 30 de mayo de 2008

¿POR QUÉ UN COLEGIO?

¿Por qué un Colegio?



Con el ánimo de responder cada vez mejor a la misión de la Iglesia, hacia una nueva evangelización, creemos que la educación es fundamental para promover cambios reales y duraderos en la persona y en la estructura social de los sectores empobrecidos, que sin duda no podemos excluir de nuestra acción evangelizadora. Cierto que la educación está prácticamente cubierta a la totalidad de los niños y jóvenes de nuestras poblaciones, pero la calidad preocupa, porque sentarse a un pupitre delante de un profesor no basta. Si la educación que se ofrece no es de calidad, no consigue ser un factor real de formación de personas y capaz de transformar una “cultura de la muerte” en una “civilización del amor”.

Es precisamente, partiendo de la base de que la calidad de la educación es una exigencia, desde nuestra opción cristiana por los excluidos, lo que puede dar razón de ser a un colegio.

Se trata de poner todo el empeño en hacer realidad una educación de calidad para los sectores más desaventajados de la sociedad. No podemos aceptar una pobre educación para ellos, ni una educación que mantenga o incremente la exclusión de los sectores populares. En principio: poder llegar con todas las posibilidades a cualquier universidad no puede depender de lo económico.

Porque la educación se convierte en fuente de oportunidades, nos parece injusto que los más pobres no puedan acceder a la mejor educación. Sabemos que el trabajo, los ingresos, la seguridad social, el desarrollo de la vida personal y familiar, la participación política, el acceso a los servicios culturales, a la ciencia y a la tecnología, el ser buenos agentes evangelizadores en la Iglesia, entre otros, están muy ligados con las oportunidades que cada cual haya tenido para obtener mayores niveles de educación.

Porque la educación es un derecho, y el acceso a ella entra en la órbita de los derechos humanos, no podemos quedar tranquilos mientras no pongamos al alcance de los más pobres todas las posibilidades educativas que ya existen y suelen estar al alcance de los que tienen mayores recursos económicos.

Lo que más nos preocupa Constatamos vivir en un mundo globalizado, regido por las leyes del mercado, en el que existe el peligro real de que la educación, en vez de ser un medio para democratizar y humanizar la sociedad, lo sea para agigantar las diferencias; buena educación para los que tienen posibilidades económicas y de proyectarse en un medio en el que tienen capacidad para exigir, y pobre educación para los más pobres, que terminan conformándose con cualquier cosa. Así de cruel es el mercado: productos de primera y de segunda.

Es, desde nuestra fe en Dios, que hace salir el sol para buenos y malos, y nuestra fe en el hombre, que es parte nuestra porque es nuestro hermano, lo que nos da el atrevimiento de querer intervenir educativamente en nuestra comunidad de Malloco, buscando ampliar el horizonte de posibilidades y oportunidades para el desarrollo de las capacidades de los niños, jóvenes y adultos de los sectores con menos recursos económicos para que no sean marginados en tantos aspectos de la vida. Y eso sólo es posible desde una educación de calidad. Sin ella no cabe la inclusión social, en todos los sentidos, de los que con facilidad vemos marginados, “Educación popular” y “calidad” son términos que se exigen y se relacionan.

Pero esto no basta. La palabra “calidad”, aparece en todos los discursos sobre la educación, pero de la forma que aparece, nos sabe a poco. Habitualmente se valora la calidad de la educación en función de los resultados, centrados en el aprender a conocer y en el aprender a hacer, en detrimento del aprender a SER y a VIVIR HUMANAMENTE con los demás, que marcarían el equilibrio y la integridad del ser humano.

La sociedad consumista demanda calidad en la educación desde diferentes ámbitos: económico, político, cultural, social...
Además de todo eso, como cristianos, llamamos la atención con respecto al hecho de que también dentro de la sociedad los sectores marginados demandan igualmente calidad para no seguir excluidos, para que no se siga agrandando la brecha entre los que tienen y los que no tienen posibilidades. Para ello demandan una educación de calidad que dé respuesta a sus necesidades. No aceptamos una “calidad” desde la perspectiva consumista del mercado, porque concibe la eficiencia en términos de rentabilidad y conlleva la competitividad y la selección de los mejores, en detrimento de aquellos que ingresan en condiciones desfavorables y que terminan siendo excluidos en muchos sentidos. Rechazamos, de frente y como injusta, la exclusión como criterio de excelencia.
La necesidad de calidad que reclamamos no se puede olvidar de las desigualdades de origen de los educandos y de la falta de equidad del sistema educativo para con los sectores poblacionales. Por eso, entendemos la calidad desde una perspectiva educativa vinculada con la equidad, en cuanto compensación con las disparidades originales. Educación eficaz para todos, a fin de posibilitar la inclusión de los más pobres en la mejor educación. El principio de equidad va más allá de la igualdad: exige darle más al que parte con menos, con el fin de reparar la situación de injusticia en que se encuentra al comienzo de su educación. La equidad conlleva la necesidad de privilegiar y atender mejor a los que tienen más carencias.
La educación que demandamos persigue como prioridad la promoción de los valores humanos, que por ser humanos, son cristianos. La tolerancia que permite reconocer al otro, el pluralismo que lleva a respetarlo, y la solidaridad que alimenta la lucha por la igualdad y la libertad de todos, tienen que ser algo asumido y potenciado al máximo
En todo esto, es vital que la familia resulte ser beneficiada lo más posible en el mismo sentido. Por eso, sigue siendo imprescindible la educación de adultos. Así, la familia pasa a ser central en el proceso educativo. De tal modo que tiene que formar parte en los procesos de gestión y equipos directivos del colegio.
Exigimos, también, un profesorado con la capacidad de sentirse alumno y necesitado de formación permanente para poder animar y acompañar a la comunidad escolar en los valores que defiende.
Estas reflexiones no son nada más que el intento de “poner alas y pies” al sueño de un posible colegio.


Félix

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