viernes, 30 de mayo de 2008

PONER "ALAS" Y "PIES A UN COLEGIO: NIÑO DIOS DE MALLOCO

Poner “alas” y “pies” a un colegio: Niño Dios de Malloco

El proyecto educativo evangelizador del Centro educacional Niño Dios de Malloco exige una convergencia de convicciones, esfuerzos e intenciones orientados hacia la realización del “Reino de Dios”, es decir:
Un Hombre nuevo con una vida digna, lograda y feliz; una sociedad nueva centrada en relaciones y “lazos” de igualdad, libertad, amor; y un mundo nuevo como casa-hogar con la mesa puesta para todos en justicia y paz.
Nuestro proyecto se sitúa, por tanto, en el orden de lo utópico, pero, creyendo con la misma convicción, que el proyecto del Reino de Dios es posible hacerlo realidad desde el momento en que Dios se hizo hombre y puso sus pies en nuestra tierra.
Desde esta perspectiva de “ya” , pero, “todavía no”, nuestro proyecto debe entenderse como un proceso dinámico, que siempre se esté construyendo y revisando con la participación de toda la “familia” del colegio.
El dinamismo tiene que ser tal, que no nos tiene que asustar el “roturar” caminos nuevos o ir por caminos poco “transitados” todavía por los colegios. Una meta alcanzada será siempre plataforma de nuevos arranques para alcanzar nuevas metas.
Siempre nuestro mejor día será el de mañana. Y mañana descubriremos que el siguiente puede ser aún mejor.
El proyecto tiene que tener una mirada a largo plazo y atreverse a desplegar las alas hacia donde los “sueños” puedan imaginar. Y mucho más si son sueños de niños o para niños.
En este sentido tiene que ser ambicioso. Hacer posible “alas de águila”, aunque tengamos la sensación de criar “pollitos de corral”.

1.- Algunas claves a cuidar y desarrollar

Apostar siempre por el fondo utópico de la educación.

Creemos, con la fe que se cree en la palabra de Dios, que el sueño de Isaías 11, 1-9 puede llegar a hacerse realidad:

Niños de diferentes clases sociales, unos y otros, jueguen y aprendan juntos.

Sin esta plataforma no habrá ni equidad ni calidad en la educación,
Nos alegra que nuestro colegio alberge un abanico grande y variado en el alumnado en cuanto a su procedencia, aunque esta heterogeneidad dificulte el éxito escolar en muchos aspectos. Pero, sólo así se podrá conseguir una educación en justicia y para la paz. Para esto y sólo para esto el Espíritu entrega sus dones: sabiduría, ciencia, fortaleza…
Para nuestro proyecto es fundamental la inclusión. Así, nuestro colegio no es un colegio particular para una determinada clase social, aunque sí es particular.
Tampoco es un colegio estatal, aunque económicamente dependa prácticamente de la subvención estatal. Nuestro desafío es estar al nivel de un colegio particular con alumnos, que muchos de ellos, no tendrían otra posibilidad que la estatal.
Así y sólo así, podremos conseguir la anhelada equidad, porque rechazamos, de frente y como injusta, la exclusión como criterio de selección y de excelencia.

Actuar más con la lógica del corazón que con la lógica de la razón.

Creemos en la lógica de Jesús que rompe la lógica racional (Ej.: en la biosfera la condición para que vivan ciertas especies es que mueran otras; en la historia, la condición para la expansión tecnológica y científica es la marginación de los que no pueden adaptarse).
La grandeza de su Reino no procede de su poder para engendrar una humanidad futura mejor mediante la exclusión de los miembros débiles, sino mediante la integración de los mismos que serían descartados siguiendo una lógica racional.
Si el principio de Jesús tiene valor es por el ataque directo y frontal a todo lo que crea marginalidad y exclusión. Abre una brecha nueva que tiene más de corazón que de razón.
Nuestro proyecto debe contemplar e incluir la sección juvenil del colegio de adultos o vespertino de nuestro centro educacional; donde queda mucho más claro nuestra opción por los excluidos.

¡Cuidado!

Que no se convierta en otra manera de marginación, sino que sea una posibilidad más, que sobre todo por la edad, sea para ellos la mejor.
Sigue siendo importante la sección de educación de adultos. Tendremos que buscar mayor conexión y así estar al servicio de la familia entera.

Partir siempre de nuestra realidad

Como nuestro proyecto integra al mismo tiempo, en el mismo acto y en la misma persona la transmisión de conocimientos, la educación humana-valórica y la evangelización, necesitamos tener los “pies” bien puestos sobre la realidad.
Pies fuertes que aprendan a caminar en el barro, en el asfalto o en la tierra, para aguantar las asperezas de la vida.. Pies firmes para un tiempo de riesgo, incertidumbre, desorientación…
Pies seguros hacia un norte claro en novedad en el horizonte.
Y en esto, también es Jesús nuestro maestro. Y en esto radica nuestra identidad parroquial. Decir: Niño Dios es decir Dios hecho hombre, en nuestra historia, asumiendo todo lo humano en una persona concreta: Jesús de Nazaret.
El taller de Nazaret es nuestro modelo de escuela. “Crecía en físico, ciencia, amor” (Lc. 2,52)
Jesús adolescente, entre los maestros (Lc.2,46ss), escuchando, preguntando… sentado, es modelo para nuestros alumnos. En nuestra manera de enseñar es fundamental dar todo el espacio y favorecer “la pregunta” para que la educación no se convierta en adoctrinamiento.
Requerimos una pedagogía interactiva, con el arte de hacer que la vida se manifieste como pregunta y el alumno como interrogado.
Hay que crear el clima que saque del silencio actual las preguntas que cuestionan al alumno para ser él mismo y construir su vida propia.
Sin este clima provocador de preguntas no habría integración personal, ni vida interior, ni autorrealización, ni relato biográfico digno de tal nombre.

Fomentar y cultivar todo lo que sea o posibilite lo humano

Necesitamos una educación que ayude a desarrollar las posibilidades del sentido de la vida en un momento “post humanista” de fragmentación de sentido y relativismo.
El ser un colegio “humanista” implica crear un “humus” humanista que, haciendo lo que humanamente tenemos que hacer, facilite el ser cada día más plenamente humanos.
Esta dimensión humanizada y humanizadora, que fortalecemos con la escuela antropológica o de la vida, es fundamental en nuestro colegio. Se trata de enseñar para una vida humana: lograda, digna y feliz. Si no enseñamos a vivir, no les enseñamos nada.

Una educación que sea acogida en libertad

Dentro de la complejidad del misterio del ser humano nos vemos avocados irremediablemente a educar en la libertad y para la libertad lo más posible. Una libertad para poder construir la propia biografía, el relato propio y auténtico de una vida.
Formar en un espíritu crítico para hacer ver lo que está detrás de la publicidad mercantilista, detrás de las presiones de nuestra sociedad de consumo, detrás de los medios de comunicación y de las modas.
Nuestro colegio tiene que formar niños y jóvenes capaces de vivir en la pluralidad, respetando las diferencias de los otros, pero sin diluirse en una suerte de identidad difusa y sin dejarse arrastrar por la corriente.

Hacer de la solidaridad el distintivo que nos identifique.

Para educar en solidaridad y para una sociedad solidaria, debemos plantearnos cómo educar los ojos, la mirada del alumno y su sensibilidad para ver el rostro doliente y el sufrimiento de los débiles, y desde los niños poner en movimiento el corazón para participar responsablemente en la superación de cualquier lacra humana.
Al fondo de nuestro proyecto tiene que latir la concepción más humana del ser humano: somos “por”, “con” y “para” los demás. Por eso, aprender a convivir es otro de los ejes fundamentales en el colegio.
La verdadera solidaridad será convivir, valorando al otro y valorándose por el “ser” y no por el “tener”. Así enseñaremos a superar la ansiedad de tener, poseer, consumir, exhibir…

No es necesario todo lo que se nos ofrece para ser felices.




Mantener viva la esperanza

Nuestros alumnos tienen que tener el uniforme del amor, y la condecoración de las “potencias” de la esperanza puestas sobre sus corazones.

Esperanza que engendre esperanzas concretas y factibles que proporcionen un futuro mejor, sin esperanza los alumnos no tendrán ni horizonte ni ganas de seguir adelante.
“El que no espera lo inesperado no lo encontrará” (Heráclito).
Sólo la esperanza merece ser calificada de “realista”, pues sólo ella toma en serio las posibilidades que atraviesan todo lo real. La esperanza no nos dejará cosificar al alumno, sino que nos llevará a aceptarle tal como camina, tal como se mueve y susceptible de poder modificarse en sus posibilidades.
La esperanza pone todo en movimiento y lo mantiene en variabilidad.
Por eso, no aceptamos la acusación de que nuestro proyecto sea utópico, pues nuestro proyecto no se extiende hacia lo que no tiene “ningún lugar”, sino hacia lo que “todavía” no lo tiene, pero puede llegar a tenerlo.
Nunca podemos caer en la desesperación, que imagina estar al final, nada está ya al final, sino que se encuentra aún lleno de posibilidades.

2.- Se necesitan maestros

Ningún proyecto educativo bastará por sí solo. Necesita de maestros, de hombres y mujeres que encarnen estilos de vida, ideales, modos de realización humana, es decir, relatos biográficos en carne y hueso. El profesor es el primer responsable de la calidad de los procesos pedagógicos.
Su labor formativa va más allá de la transmisión de saberes. Sabemos que todo profesor, y no profesor, dice más que lo que literalmente verbaliza. Ese plus de significatividad es captado a través de la manifestación de la persona en la comunicación más trivial.
Siempre hay testimonio en la comunicación humana: siempre expresamos más que lo que decimos. De ahí la importancia de quien está expuesto todo el día ante el niño y el joven: finalmente transmite algo de lo que es.
Necesitamos maestros que encarnen de alguna manera el tipo de hombre que perfilamos en las notas anteriores. Sin educadores que posean orientación y sentido, esperanza en el ser humano, actitud abierta y solidaria, compasión efectiva, sentido crítico ante lo dado, búsqueda de un ejercicio de la libertad responsable, fe en el otro y en los otros… el proyecto será letra muerta.
La mera ingeniería educativa no basta. Se necesita del profesor que encarne y ofrezca al alumno gratuita, libre y confiadamente, con el cuidado del acompañamiento amistoso, el crecimiento y la realización de la propia vida con los demás.
Así, el profesor, con su profesionalidad, su coherencia personal, su presencia activa y amistosa entre los alumnos, juega un papel decisivo en la preparación, realización y evaluación del proyecto educativo.
Para ello, nuestro centro educacional se compromete a cuidar de los profesores a través de procesos de formación permanente, con especializaciones a nivel profesional, cultural y de la fe cristiana.

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